Este es uno de mis libros favoritos, puede parecer para niños o que porque sea corto no tenga un gran argumento. Pero quienes lo hayan leido han comprobado que no es así.
Para mi este libro es muy importante, fue un regalo de mi padre y lo leo en muchos momentos de mi vida, porque te ayuda a reflexionar sobre las cosas, ya sean grandes o pequeñas.
Aquí os presento unos de mis capitulos favoritos que más leo. Espero que os guste y os animeis a leer este bonito libro.
XXI
Entonces apareció el zorro:
—¡Buenos días! —dijo el zorro.
—¡Buenos días! —respondió cortésmente el principito que se volvió pero no vio nada.
—Estoy aquí, bajo el manzano —dijo la voz.
—¿Quién eres? —preguntó el principito—. Eres muy lindo...
—Soy un zorro —dijo el zorro.
—Ven a jugar conmigo —le propuso el principito—, ¡estoy tan triste!...
—No puedo jugar contigo —dijo el zorro—. No estoy domesticado.
—¡Ah!, perdón, —dijo el principito.
Pero después reflexionar, agregó:
—¿Qué significa "domesticar"?
—No eres de aquí —dijo el zorro— ¿qué buscas?
—Busco a los hombres —le respondió el principito—.
¿Qué significa "domesticar"?
—Los hombres —dijo el zorro— tienen fusiles y cazan. ¡Es muy molesto! . También crían
gallinas. Es su único interés. ¿Buscas gallinas?
—No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?
Es una cosa demasiado olvidada —dijo el zorro—. Significa "crear lazos... "
—¿Crear lazos?
—Efectivamente, verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito semejante a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tu tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
—Comienzo a comprender —dijo el principito—. Hay una flor... creo que me ha
domesticado...
—Es posible —dijo el zorro—. ¡En la Tierra se ven toda clase de cosas...!
—¡Oh, no es en la Tierra! —exclamó el principito
El zorro pareció muy intrigado:.
—¿En otro planeta?
—Sí.
—¿Hay cazadores en ese planeta?
—No.
—¡Qué interesante eso! ¿Y gallinas?
—No.
—No hay nada perfecto —suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea:
—Mi vida es monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan. Todas las gallinas se
parecen y todos los hombres s eparecen. Me aburro, pues, un poco. Pero si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mi el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo...
El zorro calló y miró largo tiempo al principito.
—¡Por favor... domestícame! —dijo.
—Bien quisiera —le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos , los hombre ya no tienen amigos.Si quieres un amigo, ¡domestícame!
—¿Qué debo hacer? —preguntó el principito.
—Hay que ser paciente —respondió el zorro—.
Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el principito.
—Hubiese sido mejor venir a la misma hora- dijo el zorro-.
Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
—¿Qué es un rito? —dijo el principito.
—Es también algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. el jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida:
—¡Ah!... —dijo el zorro—. Voy a llorar.
—Tuya es la culpa —dijo el principito—. No deseaba hacerte mal, pero quisiste que te domesticara...
—Ciertamente —dijo el zorro.
—¡Pero vas a llorar!, —dijo el principito.
—Sí -dijo el zorro
—Entonces, no ganas nada.
—Gano —dijo el zorro—, por el color del trigo.
Y luego agregó:
—Ve y mira nuevamente las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.
El principito se fue a ver nuevamente las rosas:
—No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún -les dijo-. Nadies os ha domesticado y no habeis domesticado a nadie. Sois como mi zorro. No era mas que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Y las rosas se sintieron molestas.
—Sois bellas, pero estáis vacías -continuó-. No se puede morir por vosotras. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que ella es la rosa que he regado. Puesto que ella es la rosa que puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa que abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas ). Puesto que es ella la rosa a la que escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Porque ella es mi rosa.
Y volvió hacia el zorro.
—Adiós —dijo.
—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
—Lo esencial es invisible a los ojos —repitió el principito, a fin de acordarse.
—El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
—El tiempo que perdí por mi rosa... —dijo el principito, a fin de acordarse.
—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—. Pero tú no debes olvidarla. Eres
responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
—Soy responsable de mi rosa... —repitió el principito, a fin de acordarse.
¡En esto también coincidimos! ¡También es uno de mis libros favoritos y, este capítulo en concreto me parece espectacular!
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